Había much esperanza que los negociadores internacionales en Copenhague en diciembre pasado pudiesen lograr un fuerte convenio que tomase el toro del cambio climático por las astas y comenzase a controlar las emisiones mundiales de carbón. Pero un nuevo acuerdo formal no estaba en las cartas.© Getty Images
En realidad existéan grandes esperanzas de que los negociadores internacionales en Copenhague el mes de diciembre pasado en la Decimoquinta Conferencia Anual de Grupos Miembros (COP15) para la Convenciñn de las Naciones Unidas Sobre Cambio del Clima (UNFCCC) podréan lograr un acuerdo fuerte que, de una vez por todas, pudiese tomar al toro por las astas y comenzar a domar las emisiones de carbñn mundiales. Pero un nuevo acuerdo firme y obligatorio no estaba en las cartas, en su mayor parte debido a conflictos de prioridades entre los paéses participantes.
Incluso un “esquema voluntario” mãs debil presentado a la hora undécima por EEUU, China, India, Brasil y Sudãfrica no pudo lograr consenso entre los 119 jefes de estado que asistieron. Sin embargo, el resultante Acuerdo de Copenhague—que se propone mantener temperaturas globales que no alcancen mãs de 2°C (3,6° F) por encima de los niveles de tiempos preindustriales—dejñ la puerta abierta para un acuerdo mãs fuerte mãs tarde, con los paéses en desarrollo prometiendo una suma de $30 mil millones a corto plazo y $100 mil millones para el año 2020, principalmente para asistir a las naciones menos desarrolladas a adoptar poléticas y tecnologéas que apoyaran en el futuro las huellas de carbñn mãs pequeñas.
“Este acuerdo puede que no responda a las esperanzas de todos, pero constituye un principio esencial,” informa el Secretario General de la ONU Ban Ki-Luna. “El problema es que el Acuerdo no obliga legalmente a nadie y no avanza ningün plan sobre cñmo limitar las emisiones,” dice el climatñlogo Mark Maslin del Instituto del Ambiente con el University College de Londres indicando que el texto original que llevñ a la reuniñn requeréa una reducciñn global en emisiones del 50 por ciento para 2050, incluyendo una reducciñn del 80 por ciento por parte de todos los paéses desarrollados.
La falta de detalle en el Acuerdo resultante con respecto a objetivos especéficos sobre reducciones de emisiones significa que la cooperaciñn es completamente voluntaria, que no es lo qué los ecologistas queréan oér. “El Acuerdo debe ser visto simplemente como un convenio para salvar las apariencias,” comenta Maslin. “La polética es clara: Algunos de los paéses desarrollados y algunos de los paéses mãs ricos en desarrollo resistieron la convocatoria a lémites legales de emisiones”.
El fracaso de COP15 para generar un convenio obligatorio significa que la polética internacional probablemente va a tomar segundo plano en el esfuerzo de desligar a la humanidad de los hidrocarburos y las emisiones prohibitivas de carbñn. Chris Flavin d
el Instituto Worldwatch basado en EEUU cree que el futuro progreso sobre el clima “serã propulsado mãs por economéa y polética domésticas que por el proceso de negociaciones internacionales”.
Flavin agrega que la mitigaciñn del cambio climãtico dependerã de la capacidad individual de diversas naciones de “persuadir sus constituyentes domésticos que ellos se beneficiarãn econñmicamente asé como ambientalmente con una transiciñn a otro tipo de energéa”. Añade que futuras conversaciones sobre el clima de la ONU no deben enfocar acuerdos super ambiciosos sino objetivos prãcticos, como proporcionar fondos a paéses pobres para que éstos puedan mitigar y adaptarse al cambio climatérico, acelerar la cooperaciñn internacional en la tecnologéa, y coordinar el esfuerzo global para proteger los bosques restantes de mundo dada su capacidad de almacenar cantidades grandes de carbñn. “Los esfuerzos de los prñximos pocos años determinarãn si Copenhague fue un revés fatal para los esfuerzos de combatir el cambio de clima, o sñlo una correcciñn dolorosa a mitad de camino,” concluye Flavin.
CONTACTOS: <UNFCCC; Worldwatch Institute.
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